Fue casi lo único que me encantará poder olvidar de este maravilloso viaje. Aunque creo que es un mal planetario de la compañías aéreas:
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esperas interminables que harían perder la paciencia al mismísimo Job,
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sin información sobre las causas del retraso ni sobre cuando podrás llegar a tu destino,
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atendiéndote en los pasillos por la falta de una oficina de atención al cliente/usuario(“señora, esto es un aeropuerto”, me espetó una media-mandamás cuando le manifesté mi extrañeza porque no hubiera, en uno de los aeropuertos de Buenos Aires, un lugar específico donde atendieran las quejas)
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cambios de aeropuerto no previstos en vuelos domésticos
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una comida horrible a bordo
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